La rápida propagación del coronavirus ha desatado el pánico financiero de los mercados bursátiles en todo el mundo, y con ello, la posibilidad de una crisis financiera que pudiera desembocar en una recesión global. Asimismo, la bolsa durante el coronavirus se ha visto afectada porque la mayoría de los gobiernos de todo el mundo han establecido una situación de aislamiento social que ha paralizado el consumo y asestado un duro golpe a las economías nacionales.
Y aunque durante las últimas semanas, los principales índices bursátiles muestran variaciones en un escaso margen al alza, la incertidumbre continúa jugando un papel determinante, ya que no se avistan resultados efectivos para encontrar la vacuna que le ponga fin a esta pandemia.

¿Qué ha pasado con la bolsa durante el coronavirus?
El mercado de valores se ha visto seriamente afectado a partir del decreto emitido por la Organización Mundial para la Salud sobre la situación de pandemia producida por el coronavirus que está causando impactos cada vez más significativos para las economías globales.
Esta declaración trajo como consecuencias los acontecimientos del lunes negro, ocurrido el 9 de marzo de este año, en el cual los índices bursátiles más importantes de todo el mundo registraron la mayor caída que hayan sufrido desde la recesión de 2008, afectando en mayor medida a los países que en conjunto representan más de la mitad del PIB mundial.
Con este panorama sobre la creciente incertidumbre en relación a las perspectivas de crecimiento global de la bolsa durante el coronavirus, se disparó la volatilidad de los mercados financieros, que según el índice Vix (mide la escala de volatilidad de los mercados), registró las cifras más altas de los últimos años.
Dado que la naturaleza de esta situación es radicalmente diferente a la diversidad de sucesos históricos que han propiciado otras caídas de la bolsa en ocasiones anteriores, los inversores se mantienen al margen, lo que explicaría por qué los precios de las acciones se mantienen deprimidos.
Mientras tanto, los inversores corren tras los activos seguros como el oro, y continúan aferrados a dos principios de la filosofía de inversión: la prudencia y la paciencia.
¿Cuáles son las consecuencias?
La mayoría de los Gobiernos de todo el mundo han mantenido medidas severas de aislamiento sobre la población para tratar de contener la propagación de la pandemia, lo que afecta a la productividad en todos los sectores.
Al mismo tiempo, muchos Gobiernos han tenido que desarrollar planes de financiamiento para priorizar la atención de sus sistemas sanitarios, así como la protección social a través de seguros de paro y subsidios.
Por su parte, los Bancos Centrales han comenzado a tomar medidas importantes, reduciendo las tasas de interés para abaratar el dinero y facilitar el crédito con el fin de alentar el consumo que ayude a impulsar la economía y frenar la caída de la bolsa durante el coronavirus.

Sin embargo, la pandemia ha golpeado duramente tanto a la oferta de bienes y servicios como a la demanda y estas medidas no parecen haber tenido el impacto deseado. Y con la caída de la bolsa, se produjo una estrepitosa caída de los precios del petróleo, desencadenado una guerra por los precios del crudo que segmenta aún más la economía global.
Esta situación pone contra la cuerda floja a muchas empresas que luchan por sobrevivir al embate financiero, generando en consecuencia la disminución de la producción al mismo tiempo que las tasas de desempleo comienzan a subir.
Tal es el caso del sector turismo, puesto que a medida que los países aumentan las restricciones de los viajes, se genera un efecto dominó de impactos sobre la red de cadenas hoteleras y aerolíneas, seguido de despidos masivos.
Finalmente, las últimas tendencias sobre el comportamiento del mercado, se muestran sensibles a las noticias relacionadas con las terapias sobre el control de la pandemia, y todo apunta a que la situación no mejorará hasta que aparezca una vacuna efectiva contra el coronavirus.
¿Qué pasará después?
Para muchos, nos encontramos ante una crisis como ninguna, y se desconoce cuales serán sus impactos reales. No sólo por el efecto de la paralización de la producción que China puede tener en el comercio, sino en la actividad industrial de todo el resto del planeta.
La industria del entretenimiento, como el cine o el teatro e inclusive bares, ya ni siquiera hablan de crisis, sino de una paralización total de sus servicios, y es el sector más pesimista respecto a una pronta recuperación. Lamentablemente, la industria turística y hotelera, a través de sus representantes dan por perdido el 2020, y las aerolíneas esperan ansiosamente la salida de una vacuna contra la pandemia para impedir la bancarrota.
Según algunas proyecciones del FMI, es probable que el PIB mundial se reduzca entre un 15 y un 20%, al menos en términos de volumen sobre el comercio internacional; y se incrementará en más del 20% el desempleo, pudiendo ser esta cifra mayor en algunos países.