Suspensión de la convertibilidad del dólar
Los ’70 empiezan con alteraciones monetarias que tendrían importancia. Primero se suspendió la convertibilidad del oro en 1971, lo cual supuso el primer paso para la ruptura del Sistema Monetario de Bretton Woods. En 1971 el SMI dio muestras de desequilibrio en las relaciones entre los tipos de cambio de las principales monedas. Además de los movimientos especulativos por el déficit de USA y los excedentes de Alemania y Japón, se sumaron otras especulaciones alentadas por la esperada variación de paridades entre monedas.
Estos movimientos hicieron flotaron el marco en 1971 y que otros países intervinieran en el mercado de cambios, lo cual repercutió contra del dólar ante la incapacidad de las autoridades americanas de contener su inflación y el déficit de sus cuentas. La suspensión de la convertibilidad del dólar obligó al resto de monedas a suspender las paridades acordadas en transacciones exteriores, lo cual se intentó eliminar en los Acuerdos de Washington de 1971.
En ellos se devaluó el dólar respecto al oro y al DEG revaluándose el florín, el yen, el franco belga y el marco; así mismo, el dólar canadiense continuó en flotación. Además, se decidió adoptar márgenes más amplios de fluctuación entre monedas, ampliándose a 2,25% alrededor del tipo central entre las monedas de los países y su moneda de intervención.
Con el Plan Werner los países de la CEE decidieron mantener los márgenes de fluctuación entre sus monedas en un 2,25%, reduciendo a la mitad los márgenes de fluctuación establecidos en los Acuerdos de Washington, que permitía una banda de fluctuación entre las monedas de un 9%. Se conoció como “serpiente en el túnel” al mantenimiento de los márgenes de fluctuación de las monedas europeas entre sí en un 2,25% y a la vez el mantenimiento de los límites de fluctuación respecto a la paridad con el dólar.
Tras los Acuerdos de Washington, donde parecía que la situación monetaria internacional se había normalizado, comienzan más ataques contra el dólar, auspiciados por el déficit básico de la Balanza Comercial y el aumento de la demanda de oro. La nueva paridad del dólar se fijó en mayo de 1972, obviando los Acuerdos de Washington. Diez países del FMI modificaron las paridades de sus monedas y once permitieron la flotación. La libra empezó a flotar, y arrastró a las monedas de los países comercialmente ligados a ella.
La doctrina tradicional del FMI es contraria a la flexibilidad cambiaria, tal como se dejó claro en el informe de 1970 “El papel de los tipos de cambio en los ajustes de pagos internacionales”. Este rechazo incluía tanto tipos de cambio fluctuantes como la ampliación de márgenes y ajustes automáticos de paridades. Sin embargo, la fuerza de los hechos desplazó esta postura.
Flotación generalizada
Fue la segunda alteración importante del SMI en la década de los ’70 consecuencia de la reactivación de la especulación en los mercados de divisas. En 1973 se estableció un doble mercado de divisas para la lira italiana, dejándose flotar el tipo de cambio para las transacciones financieras, mientras que se mantuvo en los márgenes para las transacciones comerciales. Se intensificaron las presiones en los mercados de divisas tras la segunda devaluación del dólar, del 10% respecto al precio oficial del oro, de modo que los países que entonces estaban soportando las mayores presiones especulativas renunciaron a intervenir en los mercados de divisas.
Además, los bancos europeos y japoneses suspendieron las transacciones en los mercados de divisas ante la imparable especulación, que luego se reanudarían, aunque no bajo la misma situación. Canadá, Japón, Irlanda, Italia y UK continuaron en flotación y otros (Portugal y Austria) anunciaron la imposibilidad de mantener los tipos de cambio de sus monedas en los márgenes. Los ministros de la CE habían decidido mantener los márgenes en un 2,25% para las monedas europeas.
La flotación de las monedas supuso el final de los Acuerdos de Washington, que para los países de la CE integrados en la serpiente en el túnel implicó el abandono de tal sistema al abandonarse el compromiso de mantener los márgenes de fluctuación frente al dólar.
En julio del ’73 los principales países industrializados declararon no poder garantizar el mantenimiento del tipo de cambio oficial de sus monedas y optaron por la intervención en el mercado de cambios para evitar las oscilaciones monetarias más que para defender la paridad de su moneda. Los países en vías de desarrollo miembros del FMI decidieron mantener los tipos de cambio estables frente a una sola moneda: libra, dólar o franco.
Al adoptar la mayoría de países el régimen de flotación de sus monedas, se intensificó la volatilidad de cambio. Entre las razones está la incertidumbre sobre el futuro de las cotizaciones, aunque esta se vio paliada por la práctica en la gestión de divisas y posibilidad de cobertura a plazo. La intervención en el mercado de cambios por las autoridades de cada país impidió que las fluctuaciones de grandes proporciones repercutiesen en la situación monetaria interna además del resto de variables básicas. Esto se ha denominado flotación sucia o administrada, por la cual se mantiene el sistema de flotación pero tratando de neutralizar los efectos no deseados sobre la economía interna.
Los Acuerdos de Jamaica
Las prácticas monetarias realizadas desde 1970 se legalizaron en los Acuerdos de Jamaica de 1976 enmendadas en el Convenio Constitutivo del FMI. La II Enmienda al Convenio fue el resultado del trabajo realizado en el seno del Comité de Reforma del FMI y temas afines, el Comité de los 20, establecido en 1972. Esta II Enmienda se puede considerar la tercera alteración importante en la década de los ’70, admitiendo las más importantes variaciones del SMI. Los aspectos más relevantes de la II Enmienda son:
a) Legalización de flotación de las monedas. Los miembros del FMI quedan libres para aplicar el régimen de cambios que deseen, pero limitados por ciertas obligaciones y la supervisión del FMI.
b) Descenso del papel del oro en el FMI, incluyendo una disposición sobre las tenencias de oro del Fondo. Aspectos:
- El oro dejó de ser el denominador común del sistema de paridades pasando a serlo el DEG.
- Se abolió el precio oficial del oro al quedar (0,889 g oro fino/DEG) suprimida la definición del DEG en función del oro. Los miembros del FMI quedaban libres de para hacer transacciones en oro entre ellos o en mercado, pero había un acuerdo de mantener la liquidez mundial y no comprometer al DEG como activo principal del sistema. Además, el FMI no podría establecer precio fijo para el oro o influir en su precio.
- Se eliminó el uso obligatorio del oro como medio de pago por el Fondo. El FMI sólo aceptará oro si así se aprobara por voto del Directorio Ejecutivo.
- Se puso a la venta la sexta parte de las tenencias de oro del Fondo, cuyo beneficio sobre la venta se destino a países en desarrollo en grave situación, para lo que se creó el Fondo Fiduciario. Otra sexta parte se vendió a los países miembros mediante un proceso de restitución al precio oficial del oro antes de la II Enmienda (35 DEG/onza). Entre 1976 y 1980 se subastó el oro, con beneficios que fueron a parar al Fondo Fiduciario y una parte a los recursos generales del Fondo para operaciones ordinarias y transacciones.
- Los miembros deberán colaborar con el Fondo y el resto de los países miembros para asegurar que sus políticas respecto a los activos reserva sean consistentes con los objetivos de liquidez internacional e impulsar el DEG como activo reserva del SMI.
c) Se mejoraron aspectos organizativos y de administración del FMI.
Desarrollo del sistema de reservas múltiples
La cuarta alteración importante de la década de los ’70 fue el desarrollo del sistema de reservas múltiples, dada la creciente tendencia de los países a mantener sus monedas reserva en monedas distintas al dólar, por cuya falta de fortaleza los países con superávit temían, ya que sus reservas eran principalmente en dólares.
La sustitución de los dólares se debió a factores como la sustitución por ECUs en las reservas de países del SME. Incluso USA inició a finales de los ’70 la acumulación de monedas extranjeras para poder intervenir en los mercados de cambios extranjeros y hacer frente a compromisos adquiridos en divisas extranjeras.
El proceso de diversificación de monedas no se realizó del mismo modo en países desarrollados y en vías de desarrollo. En los primeros la tendencia a diversificar se inició en 1975 hacia el ECU, yen y marcos. En los segundos la proporción de dólares continuaba siendo muy elevada.
Expansión de los mercados de capitales
En los ’70 se dio un gran desarrollo de los mercados de capitales, que podría considerarse el quinto acontecimiento importante en el cambio del SMI en esos años. Esta expansión adquiere su mayor relevancia a partir de las crisis de las relaciones monetarias internacionales al proporcionar una vía idónea para colocar las reservas y canalizar la corriente de préstamos para la financiación de desequilibrios de pagos exteriores.
El mercado internacional de capitales se convertirá en la principal fuente de financiación para países con problemas de pagos exteriores, siendo un medio adecuado para reciclar fondos hacia países de medio y en vías de desarrollo no productores de petróleo. Los países industrializados pequeños y en vías de desarrollo lo usaron fundamentalmente para canalizar las corrientes de capitales entre sí.
El mercado de emisiones internacionales se hizo poco atractivo para países en vías de desarrollo no productores de petróleo debido a la incertidumbre del sector financiero internacional respecto a la evolución económica de estos países y a las perspectivas de los tipos de interés. Por ello, estos países recurrieron más al sector bancario privado internacional para financiar su déficit exterior, hecho que fue decisivo para el aumento del endeudamiento exterior en la mayoría de los países no exportadores de petróleo al haberse incrementado los costes del servicio de la deuda exterior a través del aumento continuo de los tipos de interés en los mercados internacionales de capital.
La crisis del petróleo
Un sexto acontecimiento importante que influiría en la estructura económica y financiera fue la crisis energética, desencadenada en 1973 y con una segunda fase en 1979, cuyos efectos tuvieron serias consecuencias sobre la financiación y el ajuste de Balanzas de Pagos de la mayoría de países, que hizo necesaria la búsqueda de vías de financiación para desviar las corrientes de capital con superávit a aquellos con déficit. Los movimientos de capital producidos a partir de entonces y los problemas de ajuste de Balanzas de Pagos afectaron mucho al funcionamiento del SMI.
El petróleo era y es una materia prima esencial de los países industrializados y era por ello uno de los principales componentes en las partidas de importación de países desarrollados y en vías de desarrollo sin disponibilidad del mismo. Al elevarse el precio, el efecto a corto y medio plazo fue la elevación de los costes por importación y la consecuencia el desequilibrio de los pagos externos. Sin embargo, el ajuste de las Balanzas de Pagos se planteó de manera diferente en función del país:
Los exportadores de petróleo se encontraron con que a corto plazo sus economías carecían de capacidad de absorción de importaciones que compensase el aumento de sus ingresos exteriores. Este problema hizo que mientras encontrasen la forma de usar sus recursos financieros para el desarrollo de sus economías internas protegieran el valor de su dinero colocándolo en mercados internacionales de capital.
Los países industrializados tuvieron los peores efectos de la crisis, dado que en 1973 la novedad de la situación impidió un rápido ajuste de sus economías, pero tras el impacto de 1979 estos países habían aprendido a adaptarse a efectos negativos de las crisis, habiendo iniciado planes de restricción al consumo de petróleo y proyectos de investigación en la búsqueda de fuentes de energía alternativas.
Los países en vías de desarrollo no exportadores se vieron afectados de tres maneras: elevación del coste de petróleo y derivados; elevación del coste de las importaciones de productos manufacturados, cuyos precios subieron consecuencia del aumento del precio de la energía; los efectos que ejercieron sobre estos países las políticas económicas estabilizadores de los países industrializados, al caer la demanda de los industrializados destacadamente.
Los países más atrasados tuvieron que recurrir al endeudamiento exterior para financiar desequilibrios de pagos exteriores mediante préstamos y ayudas de organismos oficiales y fuentes privadas internacionales. En lo tocante a la financiación institucional, el FMI se vio desbordado por las crecientes solicitudes de préstamos de sus miembros, por lo que tuvo que establecer nuevos canales de financiación. De esta forma se creó el Servicio del petróleo para 1974 y 1975, que con carácter temporal se destinó a los miembros que con mayor intensidad estaban experimentando los efectos más desfavorables de la crisis.
El Fondo financió este servicio con recursos ajenos procedentes de países exportadores de petróleo y determinados industrializados. En 1975 se instituyó una Cuenta de Subvención para ayudar a pagar el coste en concepto de intereses por los préstamos del Servicio del petróleo por los países más atrasados y más golpeados por la crisis. Ante este tipo de ayudas destinadas a fortalecer la posición exterior de los miembros del Fondo, los países de más bajo ingreso obtuvieron en 1976 una fuente adicional de financiación a través del Fondo Fiduciario, alimentado por los beneficios de la venta de oro del FMI.