Entendemos la custodia de valores como aquella actividad que una entidad desarrolla para garantizar el cuidado, la correcta contabilidad y la protección de los valores del custodiado. En este artículo vamos a explicarte detalladamente en qué consiste para que puedas comprender cómo funciona.
¿Cuáles son las funciones del custodio en la custodia de valores?
El agente que se encarga de llevar a cabo la custodia de valores recibe el nombre de custodio, quien debe encargarse de una serie de funciones:
Salvaguarda de activos
La finalidad es custodiar los valores del custodiado. Para que esto sea posible, el custodio debe garantizar que la anotación está a titularidad del custodiado. Esto es lo que entendemos como la salvaguarda de activos y en ella intervienen tanto los depósitos centralizados de valores, que se encargan de prestar el servicio de depósito y anotación en cuenta, como los fondos de inversión colectiva mediante las cuentas bancarias de los fondos.
Cumplimiento y liquidación de operaciones
El custodio también deberá llevar a cabo las actividades que se requieran para garantizar la correcta liquidación de las operaciones sobre valores. Dichas actividades se llevan a cabo bajo la dirección y mandato del custodiado o, en su defecto, el representante autorizado. Estas actividades llevan implícitas tanto la acreditación como el débito de valores (o dinero) en la cuenta del cliente. Para que el cumplimiento y la liquidación se puedan producir, deben ejecutarse las órdenes de pago que se deriven de las operaciones realizadas, así como el resto de gestiones que compongan la tramitación.
La ejecución de los derechos económicos adquiridos por el custodiado
Algunos de los derechos acumulados por el cliente pueden ser el cobro de dividendos, del capital asociado a los valores que se custodian en cuenta, o a los rendimientos obtenidos a partir de cualquier otra actividad.
Esta administración y gestión es de carácter contable. Aglutina una gran variedad de actuaciones que van desde la tramitación de los títulos, la adquisición o ejecución de los derechos que se derivan de los dividendos, la adquisición y contabilización de los valores en depósito o la gestión de retenciones fiscales, entre otras.

¿Qué son los subcustodios de valores?
Además de la figura del custodio, existe otra figura conocida como subcustodio. Cuando hablamos de un subcustodio, nos referimos a una entidad crediticia que cuenta con autorización legal (atendiendo a su regulación de origen) para proporcionar servicio de custodia y administración de valores. Los subcustodios cuentan con un regulador de tipo local que delimita los requisitos legales de recursos propios mínimos o de solvencia que deben cumplir para poder ejercer.
Estas entidades trabajan mediante procedimientos operativos y sistemas que llevan a cabo un control interno. Gracias a éste pueden garantizar una segregación permanente, así como la correcta distinción, de los activos custodiados. Por otro lado, un subcustodio posee planes de contingencia configurados para afianzar la continuidad del servicio.
¿En qué se diferencia un custodio de un subcustodio?
Pero, ¿sabes en qué se diferencian exactamente? En realidad existe una clave básica para distinguirlos: el grado de actuación. Los subcustodios no tienen en cuenta el desglose de clientes finales con relación a los clientes globales. Esto no ocurre porque en su actividad utilizan ómnibus (o cuentas de segregación general). Según la legalidad vigente, los subcustodios únicamente deben declarar participaciones y figurar en la CNMV públicamente cuando los saldos de un valor determinado sobrepasan ciertos límites establecidos por ley. Cuando esto ocurre, es común ver subcustodios como principales accionistas públicos en una empresa.
Los subcustodios y custodios en la custodia de valores: sus implicaciones
Grosso modo, podríamos decir que la función principal que cumplen tanto los custodios como los subcustodios dentro de la custodia de valores es operar en beneficio del cliente y siempre bajo las directrices marcadas por el mismo. Podríamos decir que funcionan como una especie de plataforma que pone a su disposición el esqueleto de su entidad para ejecutar las gestiones que los inversores requieren.
De alguna manera, funcionan como una especie de puente que consigue proporcionar cierta independencia con respecto al bróker. Esto quiere decir que, por ejemplo, en caso de insolvencia, se garantiza la recuperación de los activos. A pesar de ello, en muchos contratos estas especificaciones no quedan reflejadas claramente. En lugar de ello suelen proponer soluciones veladas como la recuperación parcial de nuestros valores negociables.
Por todo esto, la figura del intermediario adquiere especial importancia. Será él quien tendrá que distinguir con claridad la escena real (es decir, qué ordenes están abiertas, qué operaciones se están ejecutando o cuál es el saldo de cuenta). Al contar con una buena visión del entorno, todos los valores (y dinero) pasarán a formar parte de cuentas de segregación generalizada o custodiadas por una entidad independiente