Con el avance de las tecnologías y el alcance de la información a un público más universal, la importancia que le dan las personas a la nutrición ha aumentado. Con ello, medidas como los impuestos al azúcar han comenzado a verse con buenos ojos.
Y es que si hay un alimento que se ha visto especialmente estigmatizado por las campañas a favor de la alimentación saludable, ese ha sido el azúcar. No sólo por su relación con problemas como la obesidad, sino también porque está muy presente en nuestra vida diaria de formas que no solemos notar.
Las bebidas azucaradas han sido las más perseguidas en las redes sociales a causa de ello, ya que su contenido de azúcar es considerablemente alto. Ha sido a causa del impacto social que por fin está empezando a tener consecuencias políticas en España, tal y como ha ocurrido en otros países de Europa.
La situación de España con los impuestos al azúcar
Que los impuestos al azúcar se ciernan sobre el panorama español es un tema que no debería de sorprender demasiado a las personas. Esta política lleva manifestándose en varios países a través de múltiples políticas públicas en la última década.
Sin embargo, pese a que predecir su llegada al país no ha sido complicado, predecir los resultados no es sencillo. Esto se debe a que las medidas aplicadas y las consecuencias han sido muy dispares entre un país y otro.

Cataluña
El primer antecedente de esta clase de políticas públicas en España se dio en Cataluña. Específicamente, en el año 2017 empezaron a aplicarse dos tipos de impuestos al azúcar. Estos varían de acuerdo a la cantidad de azúcar presente en las bebidas. En el caso de las bebidas con un contenido de cinco a ocho gramos de azúcar por cada cien mililitros, el impuesto es de ocho céntimos de euro por litro. Por su parte, las bebidas que superen los ocho gramos de azúcar por cada cien mililitros, tienen una carga de doce céntimos por litro.
Hay que aclarar que no sólo las bebidas azucaradas más típicas se ven afectadas por esta medida, sino que también se incluyen otras como el agua con sabores, bebidas energéticas, zumos, entre otras. Ahora bien, ¿qué consecuencias han traído a esta comunidad autónoma estas medidas? El primero es justo lo que se esperaba: una reducción en el consumo de esta clase de productos. Específicamente, los datos arrojaron una reducción de un 30% en la recaudación pronosticada.
Este efecto podría llegar también a verse reflejado en los alimentos ultraprocesados y ricos en grasas y azúcares, después de que el Gobierno de España anunciase que estaba en consideración subir los impuestos de estos alimentos. Claro está que “alimentos ricos en grasas y azúcares” es una definición algo ambigua, por lo cual no se puede tener una certidumbre sobre cuáles serían los alimentos que se verían afectados por la aplicación de una medida de este estilo.
No obstante, es probable que las mismas bebidas que se vieron afectadas por el impuesto de Cataluña sean consideradas para la subida de impuestos. Cabe aclarar que, de momento, se habla de una especulación basada en el análisis del panorama actual. Es decir, no se puede considerar como un hecho oficial. Por lo cual, hasta que no se hagan nuevos anuncios, España continúa siendo uno de los pocos países europeos sin impuestos al azúcar.
¿Cómo han afectado los impuestos al azúcar al resto de Europa?
Tal y como se ha mencionado al principio, han sido muy diversas las reacciones presentadas en otros países ante este tipo de medidas. Por lo tanto, no se puede tener certeza de que se obtengan los mismos resultados en caso de que se apliquen las mismas políticas públicas en España. Sin embargo, vale la pena tenerlas en cuenta para barajar las posibilidades.

Hungría
El impuesto aplicado en Hungría es similar al aplicado en Cataluña con las bebidas con más ocho gramos de azúcar por cien mililitros. Sin embargo, en este caso el impuesto es más específico, ya que sólo se aplica a las bebidas carbonatadas.
En este caso, las ventas de dichas bebidas se redujeron en un 15,1%. Pero, a causa de que en los años anteriores también se presentó una reducción de 13,5%, resulta difícil atribuir este cambio a los impuestos y no a otras cuestiones.
Noruega
Noruega es otro caso digno de análisis, ya que comenzó a aplicar estos impuestos en 1981, cobrando treinta y cinco céntimos a las bebidas con concentrados o carbonatadas. Un aumento considerablemente más sustancial que el presente en otros países.
El resultado puede apreciarse muy bien en la actualidad: el año pasado el país reportó una reducción de 27% en el consumo de este tipo de bebidas, lo que deja en evidencia que existe una tendencia a la baja de ventas de estas bebidas cuando se aplican políticas de impuestos.